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Leyenda Los Pozos De Piedra
El profesor Carlos Rivas nos narra sobre las pozas en la piedra en el cerro Pan de Azúcar. Hakan , un joven de origen quechua, había llegado por estas tierras de la yunga árida para conocer el famoso oráculo sagrado de los Ychmas (señorío existente aproximadamente entre los años 900 al 1470 d. C.), y consultarle sobre su vida.Cuando Hakan llegó al templo sagrado, se dirigió al recinto del dios Ychimay para hacerle muchas preguntas. Una de ellas era si algún día iba a perpetuar sobre una piedra, la huella del amor, aquella que ni él mismo sabía cuál era. El Punchau Willka, el sumo sacerdote, le respondió en nombre del dios:-- Sobre unas piedras de una alta colina solitaria, el amor te hará inspirar y grabarás el misterio de las cuatro hojas de árboles que brillarán a la luz del sol.El muchacho se sorprendió por la respuesta, y continuó su viaje, descansando en la ciudadela de Cardal.Allí vivía la princesa Sumailla , de quien muchos al conocerla quedaban prendados de su encanto; es más, aquel hombre que la veía por primera vez difícilmente podría quitarse aquel bello rostro de su pensamiento.Sumailla, era la más bella de las mujeres de Cardal de la que se tenga memoria. Por eso, muchos la deseaban como esposa. Aquella joven de exótica hermosura y cabello largo que se mecía al paso del viento, solía cantar melodías celestiales, como las diosas que prodigan talento y dulzura.Entre los que llegaron a la comarca estaba este joven, Hakan, cuya virtud era hacer hablar a la piedra, pues sabía labrarlas y convertirlas en algo precioso. Era el hijo de un experto escultor de piedra venido de las lejanas regiones del sur.Cuando vio a la princesa Sumailla por primera vez, no pudo menos que mostrarle su aprecio infinito y desearla como esposa. A ella, sin embargo, le fue indiferente la presencia de aquel joven, que en vano se le acercaba, ofreciéndole su amor. Sumailla tenía la costumbre de recoger agua en un cántaro para sus aves. Pero, como tantas veces iba a recoger agua, el cántaro termina rompiéndolo. Debido a eso, un día ella pidió a Hakan que le demostrara su aprecio e hiciera cuatro hoyos en forma de hojas, sobre unas piedras, en las que ella echaría agua para que sus aves preferidas, los turtupilines, llegaran a saciar su sed. Hakan, que no se había rendido en sus pretensiones amorosas, aceptó.Caminaron en dirección a la alta colina y allí Hakan reconstruyó el antiguo pozo de piedras, en cuyos bordes plasmó las cuatro huellas en forma de hojas de árboles. La escultura lítica maravilló a la princesa Sumailla y terminó por convencerse de que el joven acompañante despertaba en ella un nuevo sentimiento, algo inentendible que nacía en su corazón.Las cuatro huellas se encuentran aún hoy, como mudo testimonio de un amor que trascendió el tiempo, y que aún se puede visualizar en la Piedra del Amor, pero esa es otra historia.