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Leyenda Ichik Ollqo
Cuentan que el Ichik Ollqo suele vivir en los lugares solitarios como en las orillas de los ríos, manantiales, bosques de alisos o pastizales. Su nombre Ichik Ollqo proviene del vocablo quechua, cuyo significado en español “hombre pequeño”. Referente a sus características, se dice que tiene los brazos largos, las piernas cortas y los pies grandes y planos; su cuerpo es rojizo y posee la cabellera larga y rubia que le llegan hasta los talones, su estómago es enorme y redondo. Tiene una fuerza descomunal y es fácil para él partir rocas, sacudir torrentes y agitar la tierra. Cuando se golpea con el puño, el estómago suena como un tambor y pone a flamear su cabello.Comentan que cuando la naturaleza entra en calma luego de intensas lluvias, sale el sol y el arco iris; el Ichik Ollqo emite cánticos melodiosos llamando la atención de las jóvenes pastoras, ellas se emocionan y acuden curiosamente a ver a la persona que canta, allí él las hechiza.También señalan que, a veces el Ichik Ollqo para conquistar a la mujer que le gusta recurre a otra artimaña, o sea, se pone a llorar como un niño y la mujer creerá que es un niño abandonado y acudirá al lugar del llanto donde será hechizada. Por otro lado sostienen que los excrementos que el Ichik Ollqo deja en las piedras es un gran remedio para la cura de las enfermedades del susto y alivia las dolencias del corazón; pero, se debe de saber buscar y tener buena suerte”.Cuenta la leyenda que, hace muchos años, en Qjelle Huanca se abrió la tierra y brotó un enanito. Se llamaba lchi, que en quechua quiere decir “pequeñito”. A Ichi le gustaba estar desnudo, y tenía una cabellera brillante como el fuego.El día que lchi brotó de la tierra, se sentó sobre una piedra y sacudió alegremente sus encendidas greñas. Sus ojitos vivos como brasas miraron asombrados el amanecer. El paisaje era muy hermoso, de sembríos verdes adornados de amarillo retama. Pero hacía mucho frío. Ichi se estremeció y se puso a llorar como un lechoncito.Más tarde, el Sol calentó los campos y el enanito, muy contento, empezó a saltar por entre los riscos y las peñas. Su cabellera roja se andaba enredando por las pencas y las tunas. A Ichi le fue gustando Qjelle Huanca y se quedó ahí.En las noches, tocaba su barriga como si fuera un tambor y el sonido ronco resonaba de cerro en cerro. En las tardes calladas soplaba su quena, y la flautita se llenaba de trinos.A Ichi le divertía mucho cantar debajo de la tierra, y sus canciones salían al aire como el agua de algunos puquiales cuando se convierte en nube.En los amaneceres celestes, las tonadas lejanas del enanito Ichi despertaban a los niños y niñas, y los terneritos mugían dulcemente.Nadie en Qjelle Huanca vio jamás al enanito de la cabellera roja, pero lo adivinaban en el agua, en los cerros, bajo la tierra. Todas las noches esperaban su toque de tambor para dormirse, y se acostumbraron tanto al canto de su quena, que al cabo de un tiempo ya no supieron amanecer sin ella.