Leyenda Del Origen De Los Machiguenga

Leyenda Del Origen De Los Machiguenga
Creencias PopularesEl chamán comenta: Hombres, mujeres y niños se sentaron alrededor mío y el jefe de la comunidad me dijeron; “Seripigari, hace años que no podemos cruzar por el lado izquierdo del gran río Urubamba. Allí vive un monstruo gigantesco que voltea las embarcaciones y todas las personas y las cosas que viajan en estas desaparecen en instantes. Está acabando con nosotros, los matsiguenkas”. También me contaron que cada vez que una embarcación, grande o pequeña, intenta cruzar por ese lado del río, aparece un águila arpía, enorme, que le pasa la voz al monstruo para que se prepare y ataque. El águila arpía, que es su cómplice, se para en el árbol más alto y silba tan fuerte que el monstruo se despierta y sale a flote: “¡kuin, Keatsi, kuin, Keatsi!”, le grita el águila arpía. “¿Por qué no cruzan hasta el otro lado por Mipaya?”, le pregunté al jefe de Nuevo Mundo. Me explicó entonces que sí se podía cruzar por Mipaya, una comunidad cercana, pero que eso les significaba muchísimas horas de camino. Días perdidos. Cuando por el río apenas tardaban unas cuantas horas. Despues de escuchar las quejas de los pobladores decidí preparar un brebaje con unas plantas mágicas, que son la ayahuasca o kamarampi (Banisteriopsis caapi), el floripondio o toe (Brugmansia suaveolens) y el tabaco o seri (Nicotiana rustica), que me ayuda a ver, aunque tenga los ojos cerrados, y a escuchar, aunque nadie me esté hablando, volví a Nuevo Mundo y en el camino me crucé primero con un otorongo, después con un venado, más adelante con un guacamayo y, por último, con una tarántula. Y como yo puedo hablar con los animales, le pregunté a cada uno de ellos cuál sería la mejor manera de llegar hasta donde vive el Keatsi. Los cuatro me contestaron lo mismo: “Toma tu balsa y navega hasta encontrarlo”. En mi visión de Ayahuasca había visto que debía de navegar de madrugada y en medio de la bruma. Así que, en compañía de toda la comunidad, esperé con paciencia a que amaneciera todo nublado. De pronto, asomó desde lo más profundo del gran río Urubamba una de las enormes antenas del monstruo… y, al poco ratito, su gran cabeza, semejante a la de un pez zungaro. En ese momento, tomé mi brebaje y le pregunté “¿Quién eres tú? ¿Por qué haces tanto daño?”. Pero él no me respondía. Entraba y salía del río. A veces sacaba una o dos grandes antenas. A ratos asomaba su enorme cabeza y a ratos la hundía. Pero no me respondía. “No tengo a donde ir”, me dijo. “Bueno, te quedarás acá, pero ya no le harás daño a la gente. Húndete lo más que puedas y busca un pozo en el fondo del río. Ahí vivirás de ahora en adelante”, le ordené. Mientras el Keatsi se hundía, yo conseguí una piedra más grande que él, que pude mover con mis poderes mágicos.Y con esa piedra tapé el pozo del monstruo para que no vuelva a salir. Volví cansado a la comunidad, pero muy satisfecho. Todos se alegraron muchísimo cuando les conté lo que había sucedido. Y bailamos y cantamos y tomamos masato. El peligro había desaparecido… Pero no para siempre.