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Leyenda De Los Pishtacos En El Fundo
En Urpay se consideró una de las leyendas antiguas más temidas. El Pishtaco se habría tratado de un bandolero cuya ocupación es asaltar mujeres u hombres solitarios. Suele tratarse de un extranjero, un foráneo. Lo describen como un hombre alto y rubio de ojos claros y complexión atlética.La leyenda que narra el señor Leopoldo Morillo, quien dice que, en los antiguos fundos de Islán, Uchos y Mitubamaba, los cuales están asentadas a las orillas de los ríos: Arancante, rio Sucio y Marañón; durante años se corrió el rumor de los Pishtacos, que causaron terror entre los lugareños.“Aún recordármelo me da miedo, lo que vi esa noche”. Afirmó don Leopoldo, sentado en el corredor y acomodando su inseparable alforja pequeña en una de sus rodillas.Se encontraba a punto de retornar y llegó Afonio el que está encargado de aquellas chacras. Y le dijo: “No te vayas compadre quédate, hay donde duermas y por comida ni te preocupes”. Insistió tanto que le convenció. Se alistó para dormir en el tambo cercano a los sembríos de caña de castilla, el cual estaba dividido en dos habitaciones por una quincha de carrizo y en el ambiente contiguo se quedó un mudo, a quien pudo ver a través de los espacios entre los carrizos tejidos.Estuvo ya dormido, y como a media noche se despertó de improviso debido a un ruido en el tambo y en eso, vio a tres hombres forcejeando con el mudo, entre ellos reconoció a Afonio. Lo ataron de manos y se lo llevaron con dirección al río Sucio. Don Leopoldo decidió seguirlos, a pesar que la luna llena estaba clara. Los tres sujetos llevando a su víctima caminaron en dirección a los carrizales. Se escondió y observó; que al llegar desamarraron a su víctima y luego nuevamente lo ataron de forma más segura y le llenaron la boca con trapos, para después con un cuchillo lo “pishtaron”, queriendo decir que lo apuñalaron. Mencionó Don Leopoldo, “La sangre chispeaba en todas direcciones, serían por las venas que hay en el cuello. Tuve tanto miedo que salí corriendo del lugar, pensé que el próximo que “pishtarían” sería yo. Me fui en dirección al camino que traía al pueblo, el temor era tan grande, que parecía que me seguían. Así que me salí del camino y por una quebrada salí cuesta arriba.” Después de ello ya no regresó al mismo lugar nunca más.